Lo cortés no quita lo valiente y hay que reconocer el
acierto ajeno lo tenga quien lo tenga. Y lo ha tenido el obispo católico de
Getafe cuando ha advertido de los peligros que entraña la construcción del
futuro Eurovegas dentro de la Comunidad de Madrid. No ha tenido reparo en decir
que el futuro complejo de juego tiene una fachada atractiva, pero con un
contenido de podredumbre. Vamos, algo parecido a los sepulcros blanqueados de
los que habla el Evangelio.
Sorprendentemente un político del partido que más se suele
apoyar en la iglesia católica cuando se trata de asuntos como la familia, el
aborto, etc. ha expresado que el obispo opine sobre los temas que le competen y
no éste. Y no queda sino responder que si los peligros morales que pueden venir
de promover el juego y todo lo que lo rodena no es competencia del obispo, que
se explique qué lo debes ser.
Es evidente que nada como el dinero para cambiar voluntades,
morales y actitudes. Ya un antiguo alcalde de la Coruña, que curiosamente acabó
de embajador en el Vaticano, permitió la instalación de un gran casino en su
ciudad, llevando a la ruina a numerosas familias pero no a numerosas redes de
prostitución que vieron ahí su gran negocio. Más curiosamente aún el ex alcalde
pertenece al partido que en Madrid se opone a Eurovegas.
Y es que ya dije que nada como el dinero para cambiar lo que
haya que cambiar. Recuerdo el caso que sucedió sobre 1.900. La iglesia católica
protestó porque se nombraba a los huracanes más destructores del Caribe con el
nombre del santo del día en que se originaban.
Había que cambiar de método. El meteorólogo Clement Wragge
enfureció a los políticos corruptos porque tuvo lo humorada de utilizar sus
nombres para bautizar a estos huracanes.
Se tuvo que abandonar la práctica ante la amenaza de demandas
multimillonarias.
Más tarde en EE.UU.
se comenzó a nombrar a estos tornados con nombres femeninos, pero pronto las
organizaciones feministas montaron en cólera y también se tuvo que dejar la
práctica por el mismo motivo.
Pero entonces alguien, sin duda buen conocedor de la
naturaleza humana, dio con la clave en
la Organización Meteorológica Mundial. La organización comenzó a ofrecer a todo
el público la oportunidad de ponerle su nombre a un huracán. Las solicitudes comenzaron
a llegar inmediatamente.
Curiosamente se empleó el sistema como modo de hacer regalo
de cumpleaños, y como en las comunidades católicas aún persiste la costumbre de
nombrar a los recién nacidos por el santo del día, al final muchos huracanes
acaban siendo llamados como el santo del día en que comienzan. Y además generan
dinero para los científicos.
Paradojas del capitalismo y la mentalidad humana.
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